miércoles, 5 de diciembre de 2007

EL FIN DE LA LIBERTAD


Vivimos en democracia. En una era dorada donde la esclavitud ha sido abolida. Donde uno de los derechos indiscutibles del individuo es la libertad…
¿O no es así?
A lo largo de este pequeño momento de reflexión, me propongo demostrarles que no es tan así, y que estamos siendo tan esclavizados como en el pasado. O –lo que es peor- aún más.
Veamos:
Comenzaré exponiendo casos de gente que a lo largo del tiempo ha entablado alguna conversación conmigo, para luego reflexionar sobre cada caso particular.
Una de estas personas –a quien pretenciosamente llamaré “Gabriel S.”- me confesó un día que se sentía atrapado en su soledad, hasta que conoció a la que con el correr del tiempo fue su esposa. Al poco tiempo de entablada la relación con esta mujer, noté su dependencia hacia ella. Y, además, la dependencia era recíproca. Tanto él como ella se sentían vacíos si no se veían un día. Esto les provocaba tristeza, y en casos extremos, -es decir, si la falta de contacto era de dos días o más- depresión. La relación se mantuvo así por varios años. Luego, perdí de vista a Gabriel S. y su mujer. Un par de años pasaron, y quiso el destino que me reencontrase con Gabriel S. en una esquina. Me contó que hacía poco se había separado, y que -según sus palabras- ahora “era libre”. Gabriel consideraba a su relación con su ex mujer una “obsesión psicopática por parte de ambos”, en la que habían llegado a depender tanto el uno del otro, que habían perdido su libertad como personas. Pero ahora era feliz. Le pregunté si estaba en pareja. Su respuesta fue negativa.
En este caso vemos que la libertad que Gabriel siente al comenzar una relación con su novia, se ve colapsada… por la propia relación! Y que al volver al punto de inicio, es decir a la soledad, vuelve a sentirse libre.
¿Somos esclavos de nuestros sentimientos? Creo que si. Y nos obligan a cometer actos que en otra situación consideraríamos estúpidos. Y a comportarnos contradictoriamente, como en éste caso.
Y nuestros sentimientos no son los únicos que nos esclavizan. Hay peores casos. Un ejemplo es el de “Silvio E.”, que comentaré a continuación:
Silvio consiguió un puesto de privilegio en una empresa multinacional. Un buen sueldo, obra social, vacaciones pagas, aportes jubilatorios… y algo que hoy en día no todos los trabajos se permiten ofrecer: dos días libres el fin de semana. Dos días que se aprovechan para descansar, ya que durante la semana sus energías se las saca su trabajo. Dos días para hacer lo que uno quiera. Pero esto no es así. Porque el fin de semana tiene siempre algo para hacer en su casa. Cortar el pasto, estudiar para mejorar su rendimiento en el trabajo, alguna reparación menor en su casa. Él me ha comentado que el fin de semana le encantaría hacer otras cosas, como visitar amigos, salir de paseo con su mujer, o visitar familiares. Pero siempre tiene alguna cosa que durante la semana no puede hacer, y aprovecha a hacerla el fin de semana. Sus días libres.
¿Qué clase de libertad es una que no puede ser ejercida? La respuesta es muy simple: una libertad falsa. Una ilusión. Una utopía.
¿Mas casos?
“Oscar”, es un vagabundo con el que suelo conversar. Según él, vive “libre y sin molestar a nadie”. Creo que ambas afirmaciones son falsas. Porque la libertad de Oscar depende del alcohol. Necesita vino para sentirse libre. Y cuando está ebrio habla demasiado cerca. Y su aliento etílico suele molestar a sus ocasionales interlocutores, yo incluido. Esto aparte, considero que depender de una sustancia X (alcohol, tabaco, drogas) implica una pérdida de libertad. Claro que lo mismo sucede con las prohibiciones. Toda prohibición involucra, obviamente, una pérdida de libertad.
“Nazareno W.” trabaja en negro alrededor de 15 horas por día, todos los días. Con lo que gana, se puede pagar una comida diaria, -la única que necesita, según él- y un cuarto con baño compartido en una pensión. Podría buscarse otro trabajo… ¿Pero cuando? ¡Apenas le alcanza el tiempo para cenar, visitar a algún familiar, y dormir! ¿Abolición de la esclavitud? Pregúntenle a Nazareno que opina al respecto. En todo caso, “Evolución” de la esclavitud, sería un término mas apropiado a éste caso.
“Eduardo S.” trabaja duramente toda la semana para, a fin de mes, tener el dinero para pagar la cuota del DVD, la heladera y el televisor que se compró. Probablemente, cuando termine de pagarlos saque un préstamo para mejorar su casa. O hipoteque su casa para comprar una PC portátil, que le permita llevarse el trabajo a su casa, y así poder pagar la hipoteca. El látigo del negrero sigue descarnando nuestras espaldas. Pero ahora somos nosotros quienes acudimos al esclavista –por nuestra propia voluntad- y rogamos tener todos los requisitos para poder recibir el latigazo. Y después comentamos a nuestros amigos, contentos, “¿Viste el nuevo auto que me compré? ¡Y me lo dieron en 30 cuotas!”. Y no pensamos que deberemos desgastar nuestro cuerpo trabajando los próximos 30 meses para pagar el auto. Total, con el auto llegamos más rápido al trabajo. Porque un auto nos da esa libertad que sólo un auto nos puede dar.
Si. Cómo no.
Somos libres.
Libres de pensar. Podemos elegir si pensar como Foucault o como Chomsky. Estar de acuerdo con Nieztche o con Cristo. Ellos ya pensaron por nosotros, y son indiscutibles.
Podemos votar a la derecha, al centro, o a la izquierda. Total, cualquiera de ellos van a sacar su tajada al tomar el gobierno.
Somos libres de opinar. Pero no opinemos demasiado distinto del resto, o nos quedaremos solos.
Somos libres, si incluimos al suicidio como una opción, de elegir nuestra forma de morir. Pero no sabemos qué hay después de la muerte. La idea de la existencia de unos hipotéticos cielo e infierno nos corta toda opción de elección acerca de cómo pasar la eternidad. La idea de que la muerte es el fin de todo, no nos deja opciones, ya que en la nada no hay elecciones. Y mucho menos libertad.
En definitiva, considero que no somos libres. Ese extraño concepto utópico que los seres humanos hemos dado en llamar “libertad” no es más que eso: un concepto. Un concepto necesario, desde luego, para no perder la cordura. Pero concepto al fin. Abstracto como los dioses. E igual de ineludible. Aunque, curiosamente, las religiones están llenas de prohibiciones. Y esa es sólo una más en la extensa lista de contradicciones que tenemos nosotros, los seres humanos. Probablemente la mas compleja de las especies que pueblan el planeta Tierra.
Y, con seguridad, la menos libre.

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