lunes, 21 de enero de 2008

Tears through the ages.-

“Since mankind’s dawn, a handful of oppressors have accepted the responsibility over our lives that We should have accepted for ourselves. By doing so, they took Our power. By doing nothing, We gave it away” Alan Moore, “V for Vendetta”, Vol. X

Uno de los pocos recuerdos que conservo de mi infancia es a mis padres llorando en la asunción de Alfonsín, en el ’83. Lloraban de emoción, porque era la primera vez en mucho tiempo que asumía un presidente elegido por el pueblo. Atrás quedaba esa dictadura que eliminó a tantos jóvenes, incluyendo a miembros de su familia. Tenían esperanza en el gobierno. Se avecinaban grandes tiempos.
Pero Alfonsín no pudo gobernar, y se fue antes de tiempo. Y llegó Menem. Y aunque ellos no lo habían votado –no, ellos REALMENTE no lo votaron- igual se ilusionaron al ver el traspaso de un presidente democrático a otro. Esa fue la primera vez que vi un traspaso de poder en democracia. No sabía qué iba a pasar al día siguiente. El mundo que yo conocía había estado presidido por un hombre ¿Cómo sería al gobernar otro? ¿Tendría que irme a otra casa? ¿Cambiaría mi rutina diaria? ¿Cambiaría el color del cielo? Nada de eso pasó, y comprendí que ser PRESIDENTE no era tan importante como pensaba. Era sólo otro hombre, que hacía mas o menos lo mismo que el anterior. Claro, era sólo un niño.
Hoy, años mas tarde, creo no ser tan ingenuo. Sigo creyendo en la futilidad del poder político, desde luego. Pero no veo que nos haya traído algún bien, tampoco. Sin embargo sigo ilusionándome como un imbécil ante un cambio de autoridades. Incluso si no hay tal, como ésta última vez. Pero los gobiernos tienen esa costumbre que tanto me desagrada. Estoy hablando de decepcionarme. Voy a contarles un lindo cuentito acerca de eso. Cualquier semejanza con la realidad es causal de suicidio.
Había una vez un médico. Y aunque este médico es el protagonista de la historia, les pido por favor que no lo idealicen, ya que es tan humano como todos nosotros. Retomando, a éste médico le dan un buen trabajo: lo nombran jefe de una sala de primeros auxilios de un barrio. Claro que al hacerlo debe concederle algunos favores a las autoridades de turno. (“favores”… ¿No les suena a la mafia?). Pero aún así no se compromete con ellas. Él sólo quiere trabajar. El tiempo pasa, y llega el momento de las elecciones. Las autoridades que lo ubicaron en ese puesto pierden. Nuestro protagonista tiembla, ya que ve su futuro laboral desmoronarse ante el ascenso de una nueva administración. Sin embargo, el nuevo secretario de salud lo tranquiliza, diciéndole que nadie va a destituirlo así como así. Nuestro protagonista vuelve a su casa tranquilo. Y por primera vez en mucho tiempo, vuelve a creer en la política.
Ahora, ¿qué es una historia sin un antagonista? El protagonista se mide de acuerdo a su enemigo. Y en esta historia no haremos la excepción. Nuestro antagonista será una mujer. Para hacer la historia mas interesante, haremos que sea colega del protagonista. ¡Mejor aún! ¡Que sea la antigua jefa de la sala de primeros auxilios! Y para que contraste con el protagonista, digamos que fue destituida por hacer con su cargo lo que se le antojase: llegar e irse a cualquier hora, atender a quienes se le antojase, ignorando a quienes no quisiera atender (y ni hablemos del viejo Hipócrates y su “obsoleto” juramento)… en fin, lo que todo empleado municipal hace. Hagamos esto aún mas interesante, y hagámosla mas adaptada al sistema corrupto de la política. Digamos que aprovechó la pobreza de algunos pacientes para darle migajas y ganarse su estúpida lealtad. Si… creo que es una digna adversaria para nuestro sujeto.
Continuemos la historia.
Nuestra antagonista encuentra en este cambio de autoridades una muy buena oportunidad para retornar al trono perdido. Persiguiendo este fin, recluta a aquellos que la siguen, aquellos que le están eternamente agradecidos por haberle dado esas migajas, ignorando que para ella son menos dignos que el excremento de sus mascotas, pero los considera “un mal necesario”. Ella recluta a los “Seres-Excremento”, y ejecuta el Todopoderoso Hechizo del Piquete. No es necesario que sean muchos. De hecho, no llegan a diez. Pero nuestra adversaria es muy astuta, y utiliza el Secreto Poder de La Prensa. Una prensa devaluada, es verdad. Llena de errores de ortografía y redacciones mas que pobres, pero con mas de cien años de historia. ¿Los motivos de la queja? No tienen por qué ser importantes. Es mas, ni siquiera tienen que ser coherentes: que la “salita es un desastre” (¡Buenísimo! ¡Muy especifico!) y que “no hay un pediatra las 24 horas” (¿en una salita de primeros auxilios? ¡Reclamemos un tomógrafo, también, entonces! ¡Y un cirujano plástico de guardia, que nunca está de mas!) ¿Funcionará el astuto plan de nuestra inteligente antagonista? Veamos…
Hablamos de una ficción, ¿verdad? Entonces el plan no funciona. El secretario de salud le dio su apoyo al protagonista, y él es el encargado de designar autoridades. Por otro lado, el plan de nuestra adversaria dista mucho de ser inteligente. Olvidé mencionar que uno de los participantes de la protesta era el que le corta el pasto en su chalet, y otra es su mucama. Esto hace que la protesta quede nula por vicio, como la mediación de Inglaterra en el conflicto del Canal de Beagle. ¿No?
Oh, mis amados lectores. Lamento desilusionarlos, pero esta historia no era ficción. Es un hecho real, y ocurrió cerca de ustedes. Por lo tanto, el final es diametralmente opuesto: la protesta tiene éxito. La “voz de los oprimidos” se publica en EL DIArio, (oops, error de tipeo) y las masas, ciegas, creen todo lo que se le dice, aunque en realidad no se le diga nada. La antagonista es declarada nueva jefa del lugar, con el apoyo de las nuevas autoridades, (que habían llegado para “cambiar la política”), y nuestro protagonista es degradado de su cargo de jefe a empleado en otro lugar, con la baja de sueldo correspondiente. Lo único que puede hacer es quejarse. Pero como hacer piquetes no es su estilo, como tampoco lo es comprar gente, o manipular a los medios, nadie lo escucha. El plan de nuestra antagonista es estúpido, pero funcionó.
Ésta es nuestra política. Estamos regidos por los estúpidos, los holgazanes, los mediocres. Y aquellos que no se adaptan, los que quieren “hacer las cosas bien”, o “simplemente hacer su trabajo”, terminan degradados.
Cuando conocí ésta la historia la comenté en mi trabajo. Entendieron mi indignación, pero me dijeron que “así son las cosas”. ¡Ya se que son así! ¡Y no me gusta! ¿Pero que puedo hacer? Nada, salvo difundir la historia. Es frustrante.
Hace 24 años mis viejos lloraban de emoción al ver como volvía la democracia. Tenían esperanza en el futuro. Hoy, yo estoy en ése futuro, y también lloro.
Pero no de emoción.