jueves, 20 de diciembre de 2007

That thing you do...

Si, antropológicamente, "todo lo que hace el hombre es cultura"...
y, según Dolina, "Todo lo que hace el hombre es para levantar minas"...
entonces, según la propiedad transitiva, "levantar minas es cultura"...
De lo contrario... no tenés un lugar en la sociedad.

domingo, 9 de diciembre de 2007

UNA NUEVA ETAPA

Mañana, el mismo día que en el país en que vivo asume una presidente sospechada de haber ganado por fraude, entre otras tantas sospechas, vuelvo a tener un buen trabajo.
Desde luego que son dos hechos aislados. Sería estúpido pensar que después de tres años de sobrevivir haciendo trabajos que muchos de ustedes se negarían siquiera a plantearse la chance de hacerlos a partir de ahora el país va a estar mejor, sólo porque yo estoy mejor. Estúpido y egoísta. Mas estúpido –incoherente, en realidad- sería pensar que este nuevo empleo es obra del nuevo gobierno. Es solamente una coincidencia que me resulta llamativa, al igual que cuando mi hermano se partió un diente el día que asumió Menem. Nada mas. Para que el país esté mejor, no es el gobierno el que debe cambiar. Somos nosotros. Las personas. Mientras tengamos actitudes egoístas, mezquinas, corruptas y dañinas, todo va a seguir mal. Y como eso es muy difícil, y ni yo mismo puedo prometer al menos intentarlo, lamento decirles que eso nunca pasará.
Quiero aprovechar para agradecerle a las pocas personas a quienes considero mis amigos. Imaginarán que no son muchos, pero sepan que son buenos. Los mejores, con sus defectos y virtudes, como todos. Personas con la suficiente paciencia como para contarme entre sus amistades. Y quiero agradecerles porque ninguno de ellos sabe –ni van a saberlo- cuanto me han ayudado en estos años que duró mi caída. Mas que la vida les debo, y pienso pagarles. Ustedes saben quienes son, aunque nunca les haya hablado de este espacio. Y si se están preguntando cual de los dos soy yo –el que ven o el que están leyendo- debo decirles que es éste. Contradictorio, misántropo, sentimental y presumido. El otro, el saltimbanqui parlanchín, el idiotoide, es el disfraz con el que todos nos vestimos para salir a interactuar con nuestros semejantes. Pero no me pidan que me quite ese disfraz. Ustedes lo quieren, y yo lo necesito.
Quiero creer que desde ahora el tema laboral va a dejar de ser un motivo de depresión constante, y que podré encontrar otros motivos para enojarme y deprimirme, fuera de lo que es el trabajo. Me prometo hacer todo lo que pueda para que sea así. Y me gustaría creer que, en algún lugar de este rincón sur de Sudamérica, al menos hay alguien que también empieza un nuevo trabajo éste Lunes –uno que consiguió elegido por sufragantes, no en una entrevista de trabajo- y se está prometiendo lo mismo que yo. Pero ya no puedo creer en esas fantasías. Utopía se hundió, como la Atlántida.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

EL FIN DE LA LIBERTAD


Vivimos en democracia. En una era dorada donde la esclavitud ha sido abolida. Donde uno de los derechos indiscutibles del individuo es la libertad…
¿O no es así?
A lo largo de este pequeño momento de reflexión, me propongo demostrarles que no es tan así, y que estamos siendo tan esclavizados como en el pasado. O –lo que es peor- aún más.
Veamos:
Comenzaré exponiendo casos de gente que a lo largo del tiempo ha entablado alguna conversación conmigo, para luego reflexionar sobre cada caso particular.
Una de estas personas –a quien pretenciosamente llamaré “Gabriel S.”- me confesó un día que se sentía atrapado en su soledad, hasta que conoció a la que con el correr del tiempo fue su esposa. Al poco tiempo de entablada la relación con esta mujer, noté su dependencia hacia ella. Y, además, la dependencia era recíproca. Tanto él como ella se sentían vacíos si no se veían un día. Esto les provocaba tristeza, y en casos extremos, -es decir, si la falta de contacto era de dos días o más- depresión. La relación se mantuvo así por varios años. Luego, perdí de vista a Gabriel S. y su mujer. Un par de años pasaron, y quiso el destino que me reencontrase con Gabriel S. en una esquina. Me contó que hacía poco se había separado, y que -según sus palabras- ahora “era libre”. Gabriel consideraba a su relación con su ex mujer una “obsesión psicopática por parte de ambos”, en la que habían llegado a depender tanto el uno del otro, que habían perdido su libertad como personas. Pero ahora era feliz. Le pregunté si estaba en pareja. Su respuesta fue negativa.
En este caso vemos que la libertad que Gabriel siente al comenzar una relación con su novia, se ve colapsada… por la propia relación! Y que al volver al punto de inicio, es decir a la soledad, vuelve a sentirse libre.
¿Somos esclavos de nuestros sentimientos? Creo que si. Y nos obligan a cometer actos que en otra situación consideraríamos estúpidos. Y a comportarnos contradictoriamente, como en éste caso.
Y nuestros sentimientos no son los únicos que nos esclavizan. Hay peores casos. Un ejemplo es el de “Silvio E.”, que comentaré a continuación:
Silvio consiguió un puesto de privilegio en una empresa multinacional. Un buen sueldo, obra social, vacaciones pagas, aportes jubilatorios… y algo que hoy en día no todos los trabajos se permiten ofrecer: dos días libres el fin de semana. Dos días que se aprovechan para descansar, ya que durante la semana sus energías se las saca su trabajo. Dos días para hacer lo que uno quiera. Pero esto no es así. Porque el fin de semana tiene siempre algo para hacer en su casa. Cortar el pasto, estudiar para mejorar su rendimiento en el trabajo, alguna reparación menor en su casa. Él me ha comentado que el fin de semana le encantaría hacer otras cosas, como visitar amigos, salir de paseo con su mujer, o visitar familiares. Pero siempre tiene alguna cosa que durante la semana no puede hacer, y aprovecha a hacerla el fin de semana. Sus días libres.
¿Qué clase de libertad es una que no puede ser ejercida? La respuesta es muy simple: una libertad falsa. Una ilusión. Una utopía.
¿Mas casos?
“Oscar”, es un vagabundo con el que suelo conversar. Según él, vive “libre y sin molestar a nadie”. Creo que ambas afirmaciones son falsas. Porque la libertad de Oscar depende del alcohol. Necesita vino para sentirse libre. Y cuando está ebrio habla demasiado cerca. Y su aliento etílico suele molestar a sus ocasionales interlocutores, yo incluido. Esto aparte, considero que depender de una sustancia X (alcohol, tabaco, drogas) implica una pérdida de libertad. Claro que lo mismo sucede con las prohibiciones. Toda prohibición involucra, obviamente, una pérdida de libertad.
“Nazareno W.” trabaja en negro alrededor de 15 horas por día, todos los días. Con lo que gana, se puede pagar una comida diaria, -la única que necesita, según él- y un cuarto con baño compartido en una pensión. Podría buscarse otro trabajo… ¿Pero cuando? ¡Apenas le alcanza el tiempo para cenar, visitar a algún familiar, y dormir! ¿Abolición de la esclavitud? Pregúntenle a Nazareno que opina al respecto. En todo caso, “Evolución” de la esclavitud, sería un término mas apropiado a éste caso.
“Eduardo S.” trabaja duramente toda la semana para, a fin de mes, tener el dinero para pagar la cuota del DVD, la heladera y el televisor que se compró. Probablemente, cuando termine de pagarlos saque un préstamo para mejorar su casa. O hipoteque su casa para comprar una PC portátil, que le permita llevarse el trabajo a su casa, y así poder pagar la hipoteca. El látigo del negrero sigue descarnando nuestras espaldas. Pero ahora somos nosotros quienes acudimos al esclavista –por nuestra propia voluntad- y rogamos tener todos los requisitos para poder recibir el latigazo. Y después comentamos a nuestros amigos, contentos, “¿Viste el nuevo auto que me compré? ¡Y me lo dieron en 30 cuotas!”. Y no pensamos que deberemos desgastar nuestro cuerpo trabajando los próximos 30 meses para pagar el auto. Total, con el auto llegamos más rápido al trabajo. Porque un auto nos da esa libertad que sólo un auto nos puede dar.
Si. Cómo no.
Somos libres.
Libres de pensar. Podemos elegir si pensar como Foucault o como Chomsky. Estar de acuerdo con Nieztche o con Cristo. Ellos ya pensaron por nosotros, y son indiscutibles.
Podemos votar a la derecha, al centro, o a la izquierda. Total, cualquiera de ellos van a sacar su tajada al tomar el gobierno.
Somos libres de opinar. Pero no opinemos demasiado distinto del resto, o nos quedaremos solos.
Somos libres, si incluimos al suicidio como una opción, de elegir nuestra forma de morir. Pero no sabemos qué hay después de la muerte. La idea de la existencia de unos hipotéticos cielo e infierno nos corta toda opción de elección acerca de cómo pasar la eternidad. La idea de que la muerte es el fin de todo, no nos deja opciones, ya que en la nada no hay elecciones. Y mucho menos libertad.
En definitiva, considero que no somos libres. Ese extraño concepto utópico que los seres humanos hemos dado en llamar “libertad” no es más que eso: un concepto. Un concepto necesario, desde luego, para no perder la cordura. Pero concepto al fin. Abstracto como los dioses. E igual de ineludible. Aunque, curiosamente, las religiones están llenas de prohibiciones. Y esa es sólo una más en la extensa lista de contradicciones que tenemos nosotros, los seres humanos. Probablemente la mas compleja de las especies que pueblan el planeta Tierra.
Y, con seguridad, la menos libre.

domingo, 2 de diciembre de 2007

UNA OBSERVACION MUY OBSERVATION PARA LA GENTE MAS PEOPLE

Cada vez me estoy volviendo mas anglo parlante, y eso me preocupa. Y es que si uso una frase o palabra en otro idioma, es porque no encuentro su equivalente en nuestra propia lengua. Por ejemplo, en el post anterior, con "f4ck the people!", encuentro la fuerza que necesito para expresar mis sentimientos que no encuentro ni en la frase "a la m!erd@ con la gente", ni en "que se j0d@ la gente".
¿No habré sido inglés en otra vida?
¡Ah, no! ¡Cierto que después de la muerte no hay nada!
¡Few! ¡For a second there, I really scared myself!

CRITICANDO POR UN SUEÑO

"I can’t solve any problems. All I can do is try to make sure people can’t avoid noticing them. Make other people solve them. The RIGHT people", Spider Jerusalem, Transmetropolitan #16


Cul0s. Cul0s y tet@s. Esto es lo que los idiotas de mis congéneres parecen querer al cometer el terrible esfuerzo mental necesario para que la sinapsis haga que el pulgar apriete el botón de "ON" del televisor. Imbéciles como Tinelli le venden m!erd@ a cientos de miles de imbéciles, que la tragan contentos. Y eso no es lo peor, se los juro.
Al fin de cuentas, me chupa un put0 huevo si aquel que esté leyendo estas líneas se ofende con estas líneas. Bastante trabajo me está costando disimular las puteadas con arrobas y ceros, para que no me censuren el blog. ¿Realmente no se dan cuenta, no es cierto?
No. No se dan cuenta. Después de todo, es sólo un pobre sicótico paranoide enojado con el mundo el que intenta aconsejarles desde un blog que no miren su programa favorito. Porque así es como quien escribe estas líneas siempre es juzgado por idiotas como ustedes. Cuando es un acto de amor el que intento. Mi último atisbo de esperanza en este enfermo mundo está aquí latente. Y creanmé que esto tampoco es lo peor.
Y no es que no me guste el sexo, o que me moleste ver un culo de vez en cuando. ¡Al contrario! Pero si quiero ver sexo, hay canales para eso. Canales que tienen su propia estética y tradiciones, que uno puede o no compartir, pero que podemos elegir si verlos o no. Tinelli parece casi una imposición. Lo mirás aunque no quieras, con solo mirar un rato de TV, porque todos hablan de él. Porque vende. Y vende, porque muestra cul0s y tet@s. Ahora, miren que paradójico. Piensen en esto: ¿Qué pasaría si en sus trabajos, o aulas contaran delante de todos que anoche vieron Showma…? ¿Y si en lugar de este programejo dijeran que vieron una película de soft-porn? Nada fuerte, solamente escenas de sexo insinuadas, sin mostrar nada. ¿Cómo los juzgarían sus semejantes? Esa es la gente que las rodea. Eso es lo que son. Somos. Son.
Pero volvamos al programejo en cuestión.
Déjenme que les diga algo: si su excusa para mirar "Bailando…", "Patinando…", "C@g@nd0…" o lo que m!erd@ inventen antecediendo a la risible mini frase "…por un sueño" es que vuelven del trabajo cansados, y tienen ganas de no pensar en nada, ¿por qué no tienen sexo, o si está fuera de sus posibilidades, se masturban? Es decir, no hay mucho que pensar, es sólo hacer, damn it! O charlan con aquellos con quienes conviven, ustedes que tienen la suerte de ser sociables. Hasta una charla acerca del clima es mas edificante que eso. ¡m!erd@!, ¡Cortarse las uñas del pié es mas edificante que eso!
Ahora, si su excusa es, por ejemplo, que les gusta el baile, o el patinaje, o el canto… ¿Qué m!erd@ hacen mirando eso!?!? Incluso artísticamente es una bost@. Bailan mal. Patinan peor. Y cantan… bueno, en realidad ni siquiera puede decirse que canten. ¡No hay el mas mínimo placer estético, por el amor de nada! ¿Y saben por qué? ¡Porque está pensado por personas que no encuentran placer en lo estético, sino en lo económico! Porque el sexo siempre vende, al igual que los escándalos. Y si insinuamos lo primero y ensayamos lo segundo, vamos a contar la plata de a millones. ¿Qué plata? ¡La tuya, infeliz! ¡La que les das cada vez que llamás para votar por X o por Y! Eso es lo que nos deja la democracia. Elegir quien debe ser salvado de la siguiente eliminación. ¡Por favor! No estoy diciendo que "con los militares estábamos mejor", no me malentiendan. Pero si a esto nos conduce la democracia (a esto y a Kristina "Presidenta"), estamos fritos. Quizá sea hora de que alguien invente un nuevo sistema de gobierno mas útil y VERDADERAMENTE participativo, no una fantochada como esta "democracia" de bolsillo en la que aquel que tiene los mejores punteros y el mejor aparato político es el que mejor nos representa.
Pero me estoy yendo de tema. Vuelvo a estar errático. Pardonnez moi, mon amie lecteur.
Retomando, si su excusa es que a esa hora no hay otra cosa para hacer, desde ya les digo que es mentira. Y se están mintiendo a ustedes mismos. Pueden leer. No digo que lean a Kant, Nietzche o Hegel. Pero hasta una novela es mas recomendable que mirar eso en la televisión. Incluso en la propia televisión hay cosas buenas. OK, el programa de Boy Olmi nunca va a ser un éxito, pero él se lo buscó, por ponerle una palabra prohibida para televisión en su título. Para aquellos que no miran el canal estatal, estoy hablando de "Dejámelo Pensar". Pero eso tampoco es lo peor.
Lo peor, maldita sea, ni siquiera es que contaminen programas de gente inteligente, como Guinzburg, obligándolos a hablar de Tinelli, porque es "lo que la gente quiere". ¡F4ck the people, then, maldita sea!
Lo peor es que esta noche, después de hacer mi incursión semanal al viciado mundo de la TV, no pude evitar el bombardeo de la m!erd@ del Tinellito con que tres de los cinco canales de aire me atacaron en un zapping violento, haciendo que me sienta obligado a tener que hablar del tema, contaminando éste, mi espacio de expresión. El único lugar en este put0 mundo en que puedo realmente ser yo mismo, o al menos intentar buscar quien de todos los quienes que tengo dentro soy. Ése es un crimen imperdonable.
Entiendan esto: me crié frente a una pantalla. Quizá haya visto demasiada televisión en mi niñez. Pero nunca vi tanta m!erd@ junta como ahora. Puede que nunca haya sido el medio ideal para formar a la gente, pero si lo que había en un canal no te gustaba, siempre existía la posibilidad de ver otra cosa, porque HABÍA otra cosa. No era ese monopolio de contenidos baratos de ahora. Ver esto es, para mi, como para ustedes ver a su madre inyectándose con heroína. ¿Entienden el punto?
Para terminar. ¿Qué espero conseguir al escribir esto? Realmente, nada. Me cansé de esperar algo positivo de "la gente". Lo esperé casi toda mi vida, y nunca lo encontré. Si sirviera aunque mas no sea para que una persona dejara de mirar al idi0t@ éste y empezara a desarrollar nuevos gustos e inquietudes mas interesantes, sería el sueño de un optimista. Pero ya no soy un optimista.
Ya no.

lunes, 26 de noviembre de 2007

WHY I HATE HUMANS

(El título de este post es una especie de homenaje a un viejo comic, llamado “Why I hate Saturn”, que, ya que estoy, lo recomiendo)

Varias veces me han preguntado –al punto tal de hacerme sentir en la obligación de hacerme la misma pregunta a mí mismo- por qué desprecio a los humanos.
Tengo que aclarar en primer término que mi aversión no es hacia los humanos, sino hacia la humanidad como especie. Incluyéndome, desde luego y muy a pesar mío, como parte de la misma.
A continuación debo aclarar que aquello que siento hacia quienes me veo en la obligación de llamar “mis congéneres”no es desprecio, sino lisa y llanamente odio. Ahora, bien. Alguno al leer esto dirá “¿Odio? ¿No estará exagerando?”. A esa persona es, entonces, a quien me dirijo ahora. Esa persona podría pensar que “odio” es una palabra fuerte, a lo cual no encuentro objeción alguna. Después de todo, Cris Morena pensaba igual, y todos sabemos que importante agente formador de opinión era entre los adolescentes hace unos años.
Ahora, seguro de que quien se haya sentido tocado/a por lo anterior probablemente se haya ofendido y haya dejado de leer, puedo proseguir fundamentándome.
Les debo confesar que en un primer momento pensaba que la base de mis sentimientos provenían de una cierta conciencia ecológica. “¿Cómo voy a amar al hombre, si el hombre no respeta siquiera su medio ambiente?”. Muy ético. Muy simple. Por lo tanto, muy superficial, o sea, estúpido. Estúpido de mí que me permití pensar semejante simplicidad. Ojalá fuera tan sencillo. Los años pasaron, y mi panorama se amplió.
Les propongo un ejercicio de imaginación. Supongan por un momento que tienen diez años. Su visión del mundo está, desde luego, idealizada. A esa edad se cree todavía en la existencia de “buenos” y “malos”. Por lo tanto, pueden estar seguros de que, tarde o temprano, el “bien” va a triunfar. Supongamos también que han tenido acceso a fuentes de conocimiento poco comunes para un niño promedio de diez años. Han leído historia, mitología, literatura. Se han mantenido al tanto de los avances de la ciencia, y de los proyectos a corto y largo plazo que los científicos narran, entusiasmados. Han ido a exposiciones de arte, y a ver óperas, cine y teatro. El mundo visto desde esa perspectiva es maravilloso. La humanidad, que ha logrado todo eso y proyecta lograr muchísimo mas, es digna de ser admirada. ¡Desde luego! ¿No podrían llegar a amar a su propia raza tanto o más que a una pareja, o a un familiar directo, o a un amigo? Ahora imaginen que los años pasan. Descubren que el “bien” y el “mal” no existen como entidades separadas, sino que están dentro de todos nosotros. Que el asesino, o el violador, o el ladrón puede ser un buen tipo, en el fondo. Que los mesías no existen, sino que son antiguas leyendas. Que la ciencia avanza, siempre y cuando el resultado sea rentable, al igual que la justicia. Que no hay –ni habrá- forma de gobierno alguna que ayude a todos los sectores del pueblo, porque siempre habrá humanos dirigiéndolas. Que, como dice Anthony Burgess en el prólogo de “La Naranja Mecánica”, “… el ser humano está dotado de libre albedrío, y puede elegir entre el bien y el mal… Lo importante es la elección moral. La maldad tiene que existir junto a la bondad para que pueda darse esa elección moral”, y así y todo pareciera que la mayoría elige la opción mas fácil, hacer el mal, dañar al prójimo, al medio ambiente, a sí mismos. ¿En que convertirían aquel amor que ése niño de diez años sintió?
En mi caso, en el mas cercano en el gráfico de espectro emocional: el odio. El odio que puede sentir hacia su dulce novio una adolescente a quien éste abandona por quedar embarazada. El odio que puede sentir un niño hacia su padre, por cambiar a su familia por otra mujer, y desaparecer. El mío es el odio que siento por alguien que tiene a su disposición todo para alcanzar la grandeza, pero se obstina en no intentarlo.
Dice Zaratustra que ama al hombre que está mas allá de sus límites, y que Dios ha muerto. Le tengo malas noticias: el superhombre también ha caído.