lunes, 3 de marzo de 2008

Cierre de Edición.-

"This is why I don't like needing people! Nine times out of ten, they drop you down", Agente Hanson, de la serie "Heroes"

Y también...

"Just when I began to grow close to them, they started killing each other. It is as I feared... hume behavior is savage and ugly". Relj, "Final Fantasy XII"

Este es mi último post.
Abrí el blog para relacionarme con gente nueva, para hacer conocer mis opiniones, buscando alguien que las comparta, o las debata.
Nada de eso ocurrió.
Voy a seguir odiando a la humanidad, desde luego, pero ahora va a ser peor. Y va a ser peor, porque antes tenía a una persona a mi lado que era la que ponía la cuota de amor en mi vida, y esa persona se fue. Me costó volver a abrirme, desnudar mis sentimientos a otra persona. Y cuando estaba cerca, esa persona se fue.
Ahora mi vida, no, mi existencia, está vacía. O al menos es lo que siento.
No van a verme llorando por los rincones, o todo sucio y desprolijo, borracho por las calles. No soy así de patético. Soy patético, pero de otra forma. De hecho, puede que no noten un cambio en absoluto. Pero por dentro, voy a estar desgarrado.
Fuí maldecido con un horrible don, que ni los mas perversos poetas griegos imaginaron: cuando formo una pareja no veo sólo a esa persona, sino a la familia que podría llegar a formarse entre esa persona y yo. Al irse esa persona, pierdo a esa familia. Muere ese futuro.
Este es el fin de muchas cosas, aparte del de éste blog de cuarta.
Fue el fin, por ejemplo, de mi teléfono, del que todavía estoy buscando las partes que me faltan para arreglarlo. O de una lámpara de mi casa, que vengó su destrucción lanzándome una lluvia de astillas que se clavaron en mi espalda. Pero esas son cosas materiales, y no es lo que mas me molesta que se halla roto.
Por favor, comprendanme. Por ahora, necesito estar solo. Realmente solo.
No hay palabras de consuelo que puedan remediar lo que siento.
No hay gestos que puedan aliviar mi dolor.
Solamente una persona puede calmar la furia que se está gestando en mis adentros, -quien, a su vez es la causante de esto- y ni siquiera conoce la existencia de éste blog.
Así que no me jodan.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Pulp Fiction, los videojuegos, sangre, y un clic en la oreja.

Algo muy feo me está pasando. Algo que está a punto de escapar de mi control. Probablemente, cuando terminen de leer este post van a decir “¡Ah!, ¡No era para tanto!”, pero para mí sí lo es, e intentaré darles una aproximación de lo que sucede en la cocina de mi espíritu.
Pero antes, voy a suponer que todo aquel que entre a este blog vió alguna vez –una vez, como mínimo- la película Pulp Fiction, horrorosamente traducida por estos pagos con el penoso nombre de “Tiempos Violentos”. Supondré, también, que todos recuerdan aquella escena final, donde Pumpkin’ y Honey Bunny ven frustrado su excelente plan de robar la cafetería porque justo ese día había dos matones profesionales entre el público. Les pido que se retrotraigan a esa parte de la escena en la que Samuel L Jackson, apuntándole en la cara a Tim Roth, le explica que está buscando su redención, y por eso le perdona la vida. ¿La recuerdan? Bien. Puede que entonces entiendan lo que siento. Si no, no sigan leyendo. Continuemos con Pulp Fiction. Hay una parte específica donde –arma en mano, como habíamos dicho- dice “… But I’m Tryin’, Ringo. I’m Tryin’ REAL hard…” ESE momento específico es del que les hablo. El leve temblor en la voz de Jackson al decir esas pocas palabras. … “…I’m Tryin’, Ringo…” ¿Qué está tratando? ¿Está tratando de ser mejor persona? A lo mejor. ¿Está tratando de purgar sus “pecados”? Quizá. ¿Intenta sentirse mejor consigo mismo? ¿Siente que tiene una deuda con aquel dios que, supuestamente, hizo un milagro esa mañana? Sólo él lo sabe. Pero la realidad es que en ese mismo momento, dentro de esa situación específica, al pronunciar esa frase con un ligero quiebre en su voz, lo único que está intentando es no volarle la cabeza a Tim Roth, aunque casi todo su ser se lo está pidiendo. Es decir, el tipo es un asesino. Vive de eso. Come gracias a eso. Matar es algo tan común –y probablemente necesario- para su naturaleza, como para un médico ver sangre. Es su instinto el que se lo pide. Pero el lo intenta. Intenta realmente duro, ir contra sus ansias asesinas. Ir contra sus ganas de matar.
Algo parecido me está pasando.
No soy un asesino, desde luego. Soy muy cobarde. No tanto al hecho, sino mas bien a las consecuencias del acto. Y gran parte de mí piensa en las personas que sufrirían por la muerte de alguien: amigos, familia, etc. Pero hay veces que, les juro, siento que todo el cuerpo me pide violencia. Voy a darles un ejemplo.
El otro día iba en colectivo. Al igual que a la protagonista de “Why I Hate Saturn”, lo que mas me molesta no es el viaje en colectivos, sino la gente que viaja en ellos. Y, desde luego, las condiciones. Ese día se juntaron ambos factores: gente de mierda y condiciones de viaje de mierda. Yo viajaba parado. No me molestaba. Hubiera preferido sentarme, para poder leer de mi MP4, al que uso solamente como pen drive y lector de E-Books, ya que no me gusta aislarme del entorno con los auriculares, pero decidí leer parado, total de paso ejercitaba las piernas. El colectivo, como todo transporte público a la mañana, venía muy lleno. Pero no me importaba, porque el libro estaba interesante. Y en eso, el trueno que desató la tormenta se hizo presente, en la forma de un murmullo inentendible emitido por un homúnculo que estaba sentado, adelante mío. Los ojos de la cosa me miraban desde debajo de su sempiterna visera, por lo que entendí que el murmullo que había mascullado estaba dirigido a mí. Desvié la atención del libro, y le regalé un par de segundos –dos más de los que se merecía el imbécil- a pedirle que me repitiera lo que me había dicho, a lo cual en ese idioma cada vez más lejano al mío me dijo “Que no me apoyé’”. Y aquí hago un paréntesis en mi relato para explicar unas cosas.
Primer punto: odio tocar extraños. Más todavía si están sucios. Mas todavía si se trata de un imbécil prepotente que no entiende las reglas mínimas de cortesía (“Buen día”, “por favor”, y “gracias”)
Segundo punto: tengo desde siempre algo así como una hipersensibilidad matutina en toda la piel, particularmente en las zonas mas… sensibles, es decir, las que esta cosa me acusaba de habérselas acercado mas allá de lo prudente. Creanmé que no sentí en ningún momento el menor toque en la zona. Aunque debo admitir que llevaba el teléfono en el bolsillo, lo que puede haber dado lugar a una confusión.
Tercero: intuyo que la pila de mierda que iba sentada delante de mí debe tener como entretenimiento al viajar, el apoyar a quienes van sentados, para recibir el contacto que, probablemente, sólo sus manos son tan valientes de proporcionarle. Y me valgo del dicho “El ladrón cree que son todos de su condición”, para argumentar que fue por ese motivo que creyó que yo hacía lo mismo.

Y es aquí donde entran las ansias de violencia de las que empecé hablando. Se me ocurrieron al instante al menos cinco formas de agredirlo para obtener un mínimo resarcimiento. Mi favorita era un rodillazo en su oreja, seguido por un golpe de puño descendiente en el tabique de la nariz. Sentía el latido de mi corazón en mi cabeza, y no podía dejar de mirar al infeliz, que había bajado la cabeza para comenzar a dormitar. Necesitaba hacer algo. Sentía que si no lo agredía de alguna forma, iba a explotar. Pero traté, Ringo. Lo intenté realmente duro. Y decidí vengarme de un modo más sutil. Bajé la mano que sostenía mi MP4, hasta que el aparato estuvo a escasos centímetros de su cabeza… y seguí leyendo. Ustedes pensarán que no hice nada en absoluto. Ok. Los desafío a intentar dormitar mientras escuchan a pocos centímetros de una oreja el molesto “Click, Click” necesario para pasar las páginas electrónicas. Creo que alcancé un record en mi velocidad de lectura en aquel viaje. “Clic, Clic, Click” Eso sí, no me pidan comprensión de lo leído, porque mi mente estaba en otro lado. ¿Dónde estaba? Enfocada en el “Clic, Clic, Clic, Click” cada vez más frenético.
Les juro, deseaba con todas mis fuerzas enfurecerlo. Que me gritara, o que, haciendo uso de sus… ¿Qué hay en una persona en el lugar de los modales cuando éstos no existen? ¡No importa!, haciendo uso de lo que mierda tenga en lugar de modales, se dignara a alejar mi mano de su oreja de un golpe. Ahí me hubiese dado una excusa mas visible para golpearlo. Pero no. Se quedó mascando bronca el resto del viaje. Soportando mi pequeña tortura. Una lástima.
Una verdadera lástima.
Por eso, para frenar mis impulsos violentos, fue que me gasté la mitad del sueldo en comprarme una consola de juegos. me desquito combinando tiros y estocadas con el “Devil May Cry 3”, o acribillando zombies con el “Resident Evil 4”. Nunca fui muy adepto de los juegos excesivamente violentos. Pero, hoy por hoy, en mi caso particular, es eso, o salir a buscar pelea por las calles.
Y creo que matar zombies en una pantalla es una opción mucho mas inofensiva.
Clic, Clic, Clic, Click…

lunes, 21 de enero de 2008

Tears through the ages.-

“Since mankind’s dawn, a handful of oppressors have accepted the responsibility over our lives that We should have accepted for ourselves. By doing so, they took Our power. By doing nothing, We gave it away” Alan Moore, “V for Vendetta”, Vol. X

Uno de los pocos recuerdos que conservo de mi infancia es a mis padres llorando en la asunción de Alfonsín, en el ’83. Lloraban de emoción, porque era la primera vez en mucho tiempo que asumía un presidente elegido por el pueblo. Atrás quedaba esa dictadura que eliminó a tantos jóvenes, incluyendo a miembros de su familia. Tenían esperanza en el gobierno. Se avecinaban grandes tiempos.
Pero Alfonsín no pudo gobernar, y se fue antes de tiempo. Y llegó Menem. Y aunque ellos no lo habían votado –no, ellos REALMENTE no lo votaron- igual se ilusionaron al ver el traspaso de un presidente democrático a otro. Esa fue la primera vez que vi un traspaso de poder en democracia. No sabía qué iba a pasar al día siguiente. El mundo que yo conocía había estado presidido por un hombre ¿Cómo sería al gobernar otro? ¿Tendría que irme a otra casa? ¿Cambiaría mi rutina diaria? ¿Cambiaría el color del cielo? Nada de eso pasó, y comprendí que ser PRESIDENTE no era tan importante como pensaba. Era sólo otro hombre, que hacía mas o menos lo mismo que el anterior. Claro, era sólo un niño.
Hoy, años mas tarde, creo no ser tan ingenuo. Sigo creyendo en la futilidad del poder político, desde luego. Pero no veo que nos haya traído algún bien, tampoco. Sin embargo sigo ilusionándome como un imbécil ante un cambio de autoridades. Incluso si no hay tal, como ésta última vez. Pero los gobiernos tienen esa costumbre que tanto me desagrada. Estoy hablando de decepcionarme. Voy a contarles un lindo cuentito acerca de eso. Cualquier semejanza con la realidad es causal de suicidio.
Había una vez un médico. Y aunque este médico es el protagonista de la historia, les pido por favor que no lo idealicen, ya que es tan humano como todos nosotros. Retomando, a éste médico le dan un buen trabajo: lo nombran jefe de una sala de primeros auxilios de un barrio. Claro que al hacerlo debe concederle algunos favores a las autoridades de turno. (“favores”… ¿No les suena a la mafia?). Pero aún así no se compromete con ellas. Él sólo quiere trabajar. El tiempo pasa, y llega el momento de las elecciones. Las autoridades que lo ubicaron en ese puesto pierden. Nuestro protagonista tiembla, ya que ve su futuro laboral desmoronarse ante el ascenso de una nueva administración. Sin embargo, el nuevo secretario de salud lo tranquiliza, diciéndole que nadie va a destituirlo así como así. Nuestro protagonista vuelve a su casa tranquilo. Y por primera vez en mucho tiempo, vuelve a creer en la política.
Ahora, ¿qué es una historia sin un antagonista? El protagonista se mide de acuerdo a su enemigo. Y en esta historia no haremos la excepción. Nuestro antagonista será una mujer. Para hacer la historia mas interesante, haremos que sea colega del protagonista. ¡Mejor aún! ¡Que sea la antigua jefa de la sala de primeros auxilios! Y para que contraste con el protagonista, digamos que fue destituida por hacer con su cargo lo que se le antojase: llegar e irse a cualquier hora, atender a quienes se le antojase, ignorando a quienes no quisiera atender (y ni hablemos del viejo Hipócrates y su “obsoleto” juramento)… en fin, lo que todo empleado municipal hace. Hagamos esto aún mas interesante, y hagámosla mas adaptada al sistema corrupto de la política. Digamos que aprovechó la pobreza de algunos pacientes para darle migajas y ganarse su estúpida lealtad. Si… creo que es una digna adversaria para nuestro sujeto.
Continuemos la historia.
Nuestra antagonista encuentra en este cambio de autoridades una muy buena oportunidad para retornar al trono perdido. Persiguiendo este fin, recluta a aquellos que la siguen, aquellos que le están eternamente agradecidos por haberle dado esas migajas, ignorando que para ella son menos dignos que el excremento de sus mascotas, pero los considera “un mal necesario”. Ella recluta a los “Seres-Excremento”, y ejecuta el Todopoderoso Hechizo del Piquete. No es necesario que sean muchos. De hecho, no llegan a diez. Pero nuestra adversaria es muy astuta, y utiliza el Secreto Poder de La Prensa. Una prensa devaluada, es verdad. Llena de errores de ortografía y redacciones mas que pobres, pero con mas de cien años de historia. ¿Los motivos de la queja? No tienen por qué ser importantes. Es mas, ni siquiera tienen que ser coherentes: que la “salita es un desastre” (¡Buenísimo! ¡Muy especifico!) y que “no hay un pediatra las 24 horas” (¿en una salita de primeros auxilios? ¡Reclamemos un tomógrafo, también, entonces! ¡Y un cirujano plástico de guardia, que nunca está de mas!) ¿Funcionará el astuto plan de nuestra inteligente antagonista? Veamos…
Hablamos de una ficción, ¿verdad? Entonces el plan no funciona. El secretario de salud le dio su apoyo al protagonista, y él es el encargado de designar autoridades. Por otro lado, el plan de nuestra adversaria dista mucho de ser inteligente. Olvidé mencionar que uno de los participantes de la protesta era el que le corta el pasto en su chalet, y otra es su mucama. Esto hace que la protesta quede nula por vicio, como la mediación de Inglaterra en el conflicto del Canal de Beagle. ¿No?
Oh, mis amados lectores. Lamento desilusionarlos, pero esta historia no era ficción. Es un hecho real, y ocurrió cerca de ustedes. Por lo tanto, el final es diametralmente opuesto: la protesta tiene éxito. La “voz de los oprimidos” se publica en EL DIArio, (oops, error de tipeo) y las masas, ciegas, creen todo lo que se le dice, aunque en realidad no se le diga nada. La antagonista es declarada nueva jefa del lugar, con el apoyo de las nuevas autoridades, (que habían llegado para “cambiar la política”), y nuestro protagonista es degradado de su cargo de jefe a empleado en otro lugar, con la baja de sueldo correspondiente. Lo único que puede hacer es quejarse. Pero como hacer piquetes no es su estilo, como tampoco lo es comprar gente, o manipular a los medios, nadie lo escucha. El plan de nuestra antagonista es estúpido, pero funcionó.
Ésta es nuestra política. Estamos regidos por los estúpidos, los holgazanes, los mediocres. Y aquellos que no se adaptan, los que quieren “hacer las cosas bien”, o “simplemente hacer su trabajo”, terminan degradados.
Cuando conocí ésta la historia la comenté en mi trabajo. Entendieron mi indignación, pero me dijeron que “así son las cosas”. ¡Ya se que son así! ¡Y no me gusta! ¿Pero que puedo hacer? Nada, salvo difundir la historia. Es frustrante.
Hace 24 años mis viejos lloraban de emoción al ver como volvía la democracia. Tenían esperanza en el futuro. Hoy, yo estoy en ése futuro, y también lloro.
Pero no de emoción.

jueves, 20 de diciembre de 2007

That thing you do...

Si, antropológicamente, "todo lo que hace el hombre es cultura"...
y, según Dolina, "Todo lo que hace el hombre es para levantar minas"...
entonces, según la propiedad transitiva, "levantar minas es cultura"...
De lo contrario... no tenés un lugar en la sociedad.

domingo, 9 de diciembre de 2007

UNA NUEVA ETAPA

Mañana, el mismo día que en el país en que vivo asume una presidente sospechada de haber ganado por fraude, entre otras tantas sospechas, vuelvo a tener un buen trabajo.
Desde luego que son dos hechos aislados. Sería estúpido pensar que después de tres años de sobrevivir haciendo trabajos que muchos de ustedes se negarían siquiera a plantearse la chance de hacerlos a partir de ahora el país va a estar mejor, sólo porque yo estoy mejor. Estúpido y egoísta. Mas estúpido –incoherente, en realidad- sería pensar que este nuevo empleo es obra del nuevo gobierno. Es solamente una coincidencia que me resulta llamativa, al igual que cuando mi hermano se partió un diente el día que asumió Menem. Nada mas. Para que el país esté mejor, no es el gobierno el que debe cambiar. Somos nosotros. Las personas. Mientras tengamos actitudes egoístas, mezquinas, corruptas y dañinas, todo va a seguir mal. Y como eso es muy difícil, y ni yo mismo puedo prometer al menos intentarlo, lamento decirles que eso nunca pasará.
Quiero aprovechar para agradecerle a las pocas personas a quienes considero mis amigos. Imaginarán que no son muchos, pero sepan que son buenos. Los mejores, con sus defectos y virtudes, como todos. Personas con la suficiente paciencia como para contarme entre sus amistades. Y quiero agradecerles porque ninguno de ellos sabe –ni van a saberlo- cuanto me han ayudado en estos años que duró mi caída. Mas que la vida les debo, y pienso pagarles. Ustedes saben quienes son, aunque nunca les haya hablado de este espacio. Y si se están preguntando cual de los dos soy yo –el que ven o el que están leyendo- debo decirles que es éste. Contradictorio, misántropo, sentimental y presumido. El otro, el saltimbanqui parlanchín, el idiotoide, es el disfraz con el que todos nos vestimos para salir a interactuar con nuestros semejantes. Pero no me pidan que me quite ese disfraz. Ustedes lo quieren, y yo lo necesito.
Quiero creer que desde ahora el tema laboral va a dejar de ser un motivo de depresión constante, y que podré encontrar otros motivos para enojarme y deprimirme, fuera de lo que es el trabajo. Me prometo hacer todo lo que pueda para que sea así. Y me gustaría creer que, en algún lugar de este rincón sur de Sudamérica, al menos hay alguien que también empieza un nuevo trabajo éste Lunes –uno que consiguió elegido por sufragantes, no en una entrevista de trabajo- y se está prometiendo lo mismo que yo. Pero ya no puedo creer en esas fantasías. Utopía se hundió, como la Atlántida.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

EL FIN DE LA LIBERTAD


Vivimos en democracia. En una era dorada donde la esclavitud ha sido abolida. Donde uno de los derechos indiscutibles del individuo es la libertad…
¿O no es así?
A lo largo de este pequeño momento de reflexión, me propongo demostrarles que no es tan así, y que estamos siendo tan esclavizados como en el pasado. O –lo que es peor- aún más.
Veamos:
Comenzaré exponiendo casos de gente que a lo largo del tiempo ha entablado alguna conversación conmigo, para luego reflexionar sobre cada caso particular.
Una de estas personas –a quien pretenciosamente llamaré “Gabriel S.”- me confesó un día que se sentía atrapado en su soledad, hasta que conoció a la que con el correr del tiempo fue su esposa. Al poco tiempo de entablada la relación con esta mujer, noté su dependencia hacia ella. Y, además, la dependencia era recíproca. Tanto él como ella se sentían vacíos si no se veían un día. Esto les provocaba tristeza, y en casos extremos, -es decir, si la falta de contacto era de dos días o más- depresión. La relación se mantuvo así por varios años. Luego, perdí de vista a Gabriel S. y su mujer. Un par de años pasaron, y quiso el destino que me reencontrase con Gabriel S. en una esquina. Me contó que hacía poco se había separado, y que -según sus palabras- ahora “era libre”. Gabriel consideraba a su relación con su ex mujer una “obsesión psicopática por parte de ambos”, en la que habían llegado a depender tanto el uno del otro, que habían perdido su libertad como personas. Pero ahora era feliz. Le pregunté si estaba en pareja. Su respuesta fue negativa.
En este caso vemos que la libertad que Gabriel siente al comenzar una relación con su novia, se ve colapsada… por la propia relación! Y que al volver al punto de inicio, es decir a la soledad, vuelve a sentirse libre.
¿Somos esclavos de nuestros sentimientos? Creo que si. Y nos obligan a cometer actos que en otra situación consideraríamos estúpidos. Y a comportarnos contradictoriamente, como en éste caso.
Y nuestros sentimientos no son los únicos que nos esclavizan. Hay peores casos. Un ejemplo es el de “Silvio E.”, que comentaré a continuación:
Silvio consiguió un puesto de privilegio en una empresa multinacional. Un buen sueldo, obra social, vacaciones pagas, aportes jubilatorios… y algo que hoy en día no todos los trabajos se permiten ofrecer: dos días libres el fin de semana. Dos días que se aprovechan para descansar, ya que durante la semana sus energías se las saca su trabajo. Dos días para hacer lo que uno quiera. Pero esto no es así. Porque el fin de semana tiene siempre algo para hacer en su casa. Cortar el pasto, estudiar para mejorar su rendimiento en el trabajo, alguna reparación menor en su casa. Él me ha comentado que el fin de semana le encantaría hacer otras cosas, como visitar amigos, salir de paseo con su mujer, o visitar familiares. Pero siempre tiene alguna cosa que durante la semana no puede hacer, y aprovecha a hacerla el fin de semana. Sus días libres.
¿Qué clase de libertad es una que no puede ser ejercida? La respuesta es muy simple: una libertad falsa. Una ilusión. Una utopía.
¿Mas casos?
“Oscar”, es un vagabundo con el que suelo conversar. Según él, vive “libre y sin molestar a nadie”. Creo que ambas afirmaciones son falsas. Porque la libertad de Oscar depende del alcohol. Necesita vino para sentirse libre. Y cuando está ebrio habla demasiado cerca. Y su aliento etílico suele molestar a sus ocasionales interlocutores, yo incluido. Esto aparte, considero que depender de una sustancia X (alcohol, tabaco, drogas) implica una pérdida de libertad. Claro que lo mismo sucede con las prohibiciones. Toda prohibición involucra, obviamente, una pérdida de libertad.
“Nazareno W.” trabaja en negro alrededor de 15 horas por día, todos los días. Con lo que gana, se puede pagar una comida diaria, -la única que necesita, según él- y un cuarto con baño compartido en una pensión. Podría buscarse otro trabajo… ¿Pero cuando? ¡Apenas le alcanza el tiempo para cenar, visitar a algún familiar, y dormir! ¿Abolición de la esclavitud? Pregúntenle a Nazareno que opina al respecto. En todo caso, “Evolución” de la esclavitud, sería un término mas apropiado a éste caso.
“Eduardo S.” trabaja duramente toda la semana para, a fin de mes, tener el dinero para pagar la cuota del DVD, la heladera y el televisor que se compró. Probablemente, cuando termine de pagarlos saque un préstamo para mejorar su casa. O hipoteque su casa para comprar una PC portátil, que le permita llevarse el trabajo a su casa, y así poder pagar la hipoteca. El látigo del negrero sigue descarnando nuestras espaldas. Pero ahora somos nosotros quienes acudimos al esclavista –por nuestra propia voluntad- y rogamos tener todos los requisitos para poder recibir el latigazo. Y después comentamos a nuestros amigos, contentos, “¿Viste el nuevo auto que me compré? ¡Y me lo dieron en 30 cuotas!”. Y no pensamos que deberemos desgastar nuestro cuerpo trabajando los próximos 30 meses para pagar el auto. Total, con el auto llegamos más rápido al trabajo. Porque un auto nos da esa libertad que sólo un auto nos puede dar.
Si. Cómo no.
Somos libres.
Libres de pensar. Podemos elegir si pensar como Foucault o como Chomsky. Estar de acuerdo con Nieztche o con Cristo. Ellos ya pensaron por nosotros, y son indiscutibles.
Podemos votar a la derecha, al centro, o a la izquierda. Total, cualquiera de ellos van a sacar su tajada al tomar el gobierno.
Somos libres de opinar. Pero no opinemos demasiado distinto del resto, o nos quedaremos solos.
Somos libres, si incluimos al suicidio como una opción, de elegir nuestra forma de morir. Pero no sabemos qué hay después de la muerte. La idea de la existencia de unos hipotéticos cielo e infierno nos corta toda opción de elección acerca de cómo pasar la eternidad. La idea de que la muerte es el fin de todo, no nos deja opciones, ya que en la nada no hay elecciones. Y mucho menos libertad.
En definitiva, considero que no somos libres. Ese extraño concepto utópico que los seres humanos hemos dado en llamar “libertad” no es más que eso: un concepto. Un concepto necesario, desde luego, para no perder la cordura. Pero concepto al fin. Abstracto como los dioses. E igual de ineludible. Aunque, curiosamente, las religiones están llenas de prohibiciones. Y esa es sólo una más en la extensa lista de contradicciones que tenemos nosotros, los seres humanos. Probablemente la mas compleja de las especies que pueblan el planeta Tierra.
Y, con seguridad, la menos libre.

domingo, 2 de diciembre de 2007

UNA OBSERVACION MUY OBSERVATION PARA LA GENTE MAS PEOPLE

Cada vez me estoy volviendo mas anglo parlante, y eso me preocupa. Y es que si uso una frase o palabra en otro idioma, es porque no encuentro su equivalente en nuestra propia lengua. Por ejemplo, en el post anterior, con "f4ck the people!", encuentro la fuerza que necesito para expresar mis sentimientos que no encuentro ni en la frase "a la m!erd@ con la gente", ni en "que se j0d@ la gente".
¿No habré sido inglés en otra vida?
¡Ah, no! ¡Cierto que después de la muerte no hay nada!
¡Few! ¡For a second there, I really scared myself!